EL EXTRANJERO: La libertad del hombre absurdo
Los hechos en un
principio no parecen tener gran importancia, son simples asuntos
triviales, como tomar un café con leche. La rutina de Meursault, nuestro héroe, se interrumpe cuando muere su madre. Esto, sin embargo, no parece
tener ningún peso más que la obligación moral de viajar dos horas para su
funeral, de hecho, más que la muerte de su madre, le afecta que el traje le da
calor, y que la vieja que está detrás de él en el velorio llora raro. Se
relatan las cosas con la ingenuidad de un niño yendo a misa sin entender el
porqué, sólo sabe que debe hacerlo.
Por un momento, Meursault se detiene a pensar en si es correcto o no fumar un cigarrillo frente
a su madre muerta, pero si le provoca hacerlo, lo hace. De lo contrario,
no se estaría actuando para la satisfacción propia sino para el otro, o quizás
por evitar sentirse intimidado ante la mirada pública, aunque técnicamente no
existiría ninguna implicación moral que a este personaje le evitara hacer lo
que le placiese.
Cuando vuelve a su
rutina, se siente exactamente igual a como estaba antes de la muerte de
su madre. Narra historias sobre sus vecinos, amante, trabajo. A través de estos retazos de vidas ajenas distinguimos la mirada indiferente de Meursault frente al mundo que lo rodea. Cuando siente un
poco de algo, como vergüenza o miedo, lo entiende como perfectamente natural,
lo racionaliza y lo banaliza para restarle importancia, y quizás en el plano
real no la tiene, en ese caso, lo que estoy escribiendo es en vano.
Su increíble apatía
y ese vecinito suyo le llevan a cometer un asesinato a sangre fría en el cual, aun
sabiendo que había matado a un hombre y lo que esto implicaba, no sentía
arrepentimiento, ni vergüenza, ni lástima, sólo lo hizo y le daba igual(Raskolnikov de Crimen y Castigo estaría celoso).
Frente al juez, Meursault se sentía confundido, pues ciertamente la supuesta indiferencia
ante la muerte de su madre nada tenía que ver con su asesinato, que era de lo
que se le condenaba. A cambio, el juicio completo se enfoca en su increíble
desligamiento por todo que rompe con los parámetros de lo "normal", donde caben los sentimientos y relaciones humanas. Se le acusa más bien
de ser racional, y desentendido, pero bien sabía Meursault que había matado a
un hombre, y esto lo dijo, simplemente le era indiferente.
Justifica este desprendimiento partiendo de que la vida no merece ser vivida y
que todos saben eso, parafraseando, porque al final “se muere como un héroe o
como un idiota, lo cual es exactamente lo mismo”, como reza el manifiesto Dadá
de Francis Picabia, que se le asemeja un poco a los postulados del señor Camus.
Es un libro donde se marca el
existencialismo ateo que declara abiertamente el protagonista, aclarando antes
que lo que piense él sobre ese asunto no es relevante para nada. Por otro lado,
el único momento en el que este particular personaje demuestra un poco menos de
apatía, digamos, es cuando el Padre, al que llama señor, quiere absolverlo de
sus pecados, pero éste declara que no quiere perder sus últimas horas de vida
hablando de algo que no le interesa.
Una vez que sabe con
certeza que no hay nada más allá, que esa es su vida y así terminará, acepta
con sumo placer el abismo en el que se ha sumergido inevitablemente. Encuentra
libertad en saber que en unas horas va a morir ejecutado con miradas furiosas
sobre él, y esto no lo hace ni mejor ni peor, no es una muerte más
significativa que otras, pero quizás sí más interesante, su ejecución pública
se convertiría irónicamente en el punto más alto de su vida.
El objetivo de la
obra de Camus, en parte, es demostrar que al caer en las manos del orden
preestablecido (el proceso judicial) es absuelto
de todo lo que hizo o dejó de hacer, de su responsabilidad como ser humano,
pues su vida no dependería más de él, sabe que va a morir y eso es lo único
seguro. En ese sentido es un alivio saber que vas a morir y no tener que preocuparte si Marie
está muerta o besando a otro hombre, daría igual. Todo es indiferente, le era
indiferente antes y ahora. Sintió un poco de pena al tener que afrontarlo solo,
pero una vez más, racionaliza el proceso meramente humano de sentir.
La obra siembra en el lector una serie de preguntas sobre la existencia de los
hombres y su significado. Si al desligarse de toda relación amorosa y deber
social, actuar por inercia y con raciocinio radical te hace parecer frío e
indiferente, entonces significaría que la esencia del ser estaría condicionada
por su entorno, por lo tanto se actúa por y para el otro, a diferencia de
Meursault, cuya existencia comenzaba y terminaba con el yo.



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